Los toros y las letras (8) El ascenso de Ureña (y 3), la cumbre (Bilbao, 2019)
El camino de Paco Ureña hacia él éxito definitivo (anteriormente, hemos contado los dos primeros tramos de dicho itinerario) lo fue elaborando el torero muy poco a poco subiendo escalones de los que no ha bajado. Su manera ortodoxa y exigente de interpretar la tauromaquia ha estado estrechamente unida a su pensamiento e imaginario taurino, que se centra, según él mismo ha expresado, en torear con pureza todas las tardes, y hacerlo «reunido y no para fuera, cosa que no concibo». Aquí tenemos pues, la inmutabilidad de su compromiso obligado a la dignidad y a la verdad, como lo es en su toreo la frontalidad ante el toro en cites, y la proximidad en los embroques y en los remates, transformándose ésta componente última en la máxima severidad con la que este torero se ha marcado su carrera artística.
No olvidemos por otra parte, que Paco Ureña no sólo torea con autenticidad sino que lo hace con un arte propio, porque al torear se reúne con el toro con la certidumbre que guía su corazón. Modo interpretativo que conduce su capacidad para expresar el toreo a una faceta que está un ápice más allá de la hermosura y que lo acerca a un quehacer noble, honesto e íntegro. Es decir, su apuesta artística es añeja y vanguardista porque consigue que dentro de la ética exista belleza, en torno a una obra certera, bien concebida y bien finalizada. En su caminar taurino, Ureña, se ha medido, en numerosas ocasiones, a toros verdaderos, por edad, pitones y peso. Así ocurrió de nuevo el año de su cumbre bilbaína, cuando primero en Madrid, en la corrida de La Cultura, ante toros de Victoriano del Río salió por la puerta grande. Leamos lo que escribió sobre ese día José Ramón Márquez, para quien Ureña esgrimió de manera descarnada un toreo clásico y eterno:
«que se fundamenta en el canon imperecedero, en ese orden dórico cuyos principios son parar, templar, cargar la suerte y mandar». (Una esencialidad que para éste crítico está muy ausente de los cosos taurinos).
La cumbre del toreo de Paco Ureña y su llegada a un primer puesto en el escalafón taurino, se hizo realidad en Bilbao, el 23 de agosto de 2019, ante toros de Jandilla/Vegahermosa. Hay que recordar que cortó cuatro orejas. Algo que desde tiempo inmemorial no había ocurrido en la plaza de Vista Alegre. Frente a los dos toros lució lo mejor del torero lorquino. Para hacernos una idea de lo que el público vio en el primer toro de Ureña, esa tarde, elegimos lo contado por Antonio Lorca:
«El principio y el final de la primera faena fueron un monumento a la inspiración torera. Muleta en mano, comenzó con cuatro estatuarios ceñidos y ya con la zurda continuó con dos remates espectaculares, dos naturales largos y ceñidos y dos de pecho que pusieron la plaza en pie. Finalizó con tres derechazos de categoría excelsa, un natural y otro pase de pecho de pitón a rabo. Fue una tanda redonda, ligada. Entre una y otra, chispazos de toreo grande por ambas manos. (Al matar). Optó por encunarse en el morrillo del animal, detrás de la espada, que quedó enterrada en el hoyo de las agujas mientras el torero salía trompicado sin consecuencias».
La labor de Ureña subió de tono en su segundo toro, el sexto de la tarde, que brindó a su compañero Diego Urdiales. De lo que hizo Ureña y sintió el público, Vicente Zabala escribió lo siguiente:
«Paco toreó encajado, muy roto, muy él. Ni una sola serie bajó el diapasón desde la soberbia obertura. Desde los doblones de oro, desde los quebrantos por bajo. La unidad esférica, la belleza en los vuelos, arrastrados hasta detrás de la cadera. La verraquera muy ronca caía en cascada por los tendidos. Hasta que rodó el toro con el fogonazo de acero, sin puntilla (¡Y cómo rodó…!). Ureña ya se había agarrado a la espada como si le fuera la vida en ello. Encunado entre los pitones, asido a la empuñadura, cabalgando la muerte, desenterraba la llave del tesoro. La agitación del trance dramático sacudió la plaza, disparó la emotividad contenida de la faena y rindió el alma de piedra de Matías (presidente de la plaza de toros de Bilbao».
Paco Ureña había alcanzado la cumbre. La temporada de 2019 terminó para él con la firmeza exhibida a lo largo de ella. Después vino la pandemia que todos conocemos, un tiempo que ha dejado en suspenso todo lo logrado por el extraordinario torero murciano hasta ese instante. A partir de entonces le esperaba lo mejor de la profesión: torear en todas las ferias en los mejores carteles. Cuando vuelva la normalidad al mundo de la tauromaquia, ahí estará Paco Ureña para seguir en su senda en la que no cabe otro compromiso que el de la cabalidad.