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CONFERENCIA “BREVE HISTORIA DE LOS BELENES” EN EL CENTRO RIOJANO DE MADRID

Hace unas semanas me preguntaron en una entrevista si consideraba que el belén era el símbolo de la Navidad y contesté sin dudar que sí. Evidentemente, tenemos otros símbolos que no voy a obviar, como el árbol y Santa Klaus, que ya forman parte también de nuestra cultura, pero la tradición del belén en España es mucho más antigua y refleja mucho mejor el espíritu de lo que se celebra que es el nacimiento de Jesús y que es algo que no debemos perder de vista.

EL 15 de diciembre pasado tuve ocasión de impartir la conferencia Breve historia de los belenes en el Centro Riojano de Madrid remontándonos a las catacumbas romanas por ser el primer lugar donde podemos ver lo que parece una representación de María con el Niño en los brazos y, a su lado, el que podría ser el profeta Isaías quien predijo que una estrella aparecería en el cielo en el momento del nacimiento de Jesús y guiaría a los Magos hasta Él para rendirle adoración.

El primer problema surge a la hora de determinar la fecha en que se produce dicho nacimiento, porque, si no atenemos al Evangelio de Lucas, que nos dice: Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño. Lc.II,8, por lo no pudo producirse en diciembre ya que Palestina tiene un clima semi desértico y sería imposible resistir las bajas temperaturas. En verano tampoco, porque no hay pastos y en otoño aún no se han recuperado los campos por los rigores del calor. Por tanto, lo más fácil es pensar que Jesús nació en primavera.

La adopción del 25 de diciembre es adoptada por la Iglesia en el 354 durante el papado del Papa Liberio quien adoptará la antigua fiesta pagana del Solsticio de Invierno para celebrar el nacimiento de Jesús. La iglesia Ortodoxa lo celebra el 7 de enero por no aplicar el calendario Gregoriano sino el Juliano.

En las imágenes de las catacumbas no aparece en ningún momento San José, quien se incorporará a la iconografía de la Natividad a partir del siglo V.

Quienes sí van a figurar desde el primer momento son los Reyes Magos que durante los primeros años del cristianismo van a tener una importancia relevante. El Evangelio nos habla de Magos, en el sentido de sabios, sin especificar el número, siendo representados desde dos hasta quince y será también en el siglo V cuando se establezca el número de tres. En los primeros siglos todos de raza blanca para ser incorporado más tarde el rey negro Baltasar, a medida que el mundo conocido se iba ensanchando. Mateo nos dice que venían de Oriente, sin precisar más, Tertuliano nos dice que venían de Arabia y de Saba y Prudencio, en el canto noveno de De Epiphania, nos habla del Golfo Pérsico, siendo esta última procedencia la que ha permanecido. Lo que no ha cambiado nunca son los presentes que le ofrecen al Niño: Oro, para referirse a su naturaleza como Rey de los Judíos, Incienso para aludir a su naturaleza divina y mirra para recodarnos que moriría en la cruz, como ser humano.

La Iglesia consideró que el nombre de Magos no se compadecía con las enseñanzas del cristianismo por lo que decidió cambiar el nombre a Reyes Magos y siempre han representado las tres edades del hombre, Melchos la ancianidad, Gaspar la edad madura y Baltasar, la juventud.

A partir del año 380 en que el emperador Teodosio, mediante el Edicto de Tesalónica, convierta en cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano, vamos a empezar a ver representaciones de la Natividad en sarcófagos y portadas de iglesias.

Va a ser San Francisco de Asís quien, en 1223, en una cueva de Greccio en la Umbría italiana, montará el primer belén, pero no con figuras como lo hacemos ahora, sino con animales y un pequeño pesebre simbólico. Serán precisamente los franciscanos y su orden femenina, las Clarisas, quienes difundan por todo el mundo la tradición del belén. Pensaban que el hecho de nacer Jesús en una humilde cueva se compadecía perfectamente con sus votos de pobreza y humildad.

La afición por los belenes se extiende rápidamente entre la nobleza y va a ser en Italia donde se conserva el belén más antiguo que se conozca. Se trata del nacimiento de Arnolfo di Cambio, de 1289 que podemos ver en Santa. Mª la Mayor de Roma.

Con la llegada del barroco, el belenismo se convertirá en fiebre, sobre todo en Génova y Nápoles.

Los belenes napolitanos, aún hoy, nos siguen admirando. Se dice que el primero de ellos, el del Príncipe, lo trajo a España Carlos III pero yo no estaría tan segura de ello ya que en España había muchos nobles dedicados a tareas militares en Nápoles y parece lógico pensar que llegó a nuestro país mucho antes. Lo que sí es cierto es que el Belén del Príncipe es excepcional. Fue realizado por los mejores artesanos genoveses y napolitanos, amén de españoles y llegó a reunir seis mil piezas de las cuales, a día de hoy, solo quedan ochenta.

Los belenes napolitanos del XVII estaban realizados en madera tallada para pasar en el siglo siguiente a realizarse en terracota. Solo se moldea la cabeza, el comienzo del tronco, los brazos hasta el codo y las piernas hasta la rodilla. Después del modelado, viene la cocción en el horno y el posterior policromado. Las piezas se unen con alambre y se rellena con estopa. Más tarde se vestirán las figuras con los más ricos trajes que pueda imaginarse, aderezados con costosísimos complementos en metales y piedras preciosas.

En nuestro país, contamos con el maravilloso belén de Salzillo, escultor murciano hijo de Nicolás Salzillo, escultor a su vez procedente de Nápoles. Con gran influencia de los belenes napolitanos, el de Salzillo tiene, sin embargo, grandes connotaciones religiosas, algo de lo que carecen los napolitanos, que tienden a representar más bien personajes de la vida cotidiana napolitana.

Otra diferencia importante es que todas sus figuras son talladas en madera, enteras, y posteriormente policromadas. Están recogidas todas las escenas relacionadas con el nacimiento de Jesús y puede verse todo el año en el museo que lleva su nombre en la ciudad de Murcia. Son muy destacables sus arquitecturas que reflejan totalmente el estilo de construcción del siglo XVII, desde palacios a las humildes casas huertanas.

El belenismo sigue pisando fuerte en nuestro país destacando principalmente los artesanos del arco mediterráneo.

Sigamos cultivando esta bella tradición y, los que somos de Madrid, no dejemos de ir cada año a la Plaza Mayor para adquirir una nueva figurita.

María José Canser
Historiadora del arte y escritora

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