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DEL INVIERNO ECONÓMICO A LA PRIMAVERA ANUNCIADORA

Decía Einstein: «La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura».

Vivimos tiempos difíciles en los que la palabra «pandemia» se repite una y otra vez. Vemos en las noticias cómo crece el paro, cómo se cierran empresas y negocios, a personas desahuciadas… Nos encontramos inmersos en un invierno económico, pero pronto llegará la primavera anunciadora. Los ciclos económicos se suceden en economía como las estaciones se suceden dentro del año. Cuando nos hallamos ante una situación adversa puede ser que, sin darnos cuenta, estemos ante la mejor de las oportunidades de nuestras vidas. Recuerden que en muchas ocasiones las grandes fortunas se hicieron en momentos de crisis.

La grandeza de los seres humanos reside en su diversidad y en cómo reaccionan de distinta manera ante situaciones desfavorables. Simplificando la personalidad humana en dos grandes bloques, tenemos un primer grupo que, ante situaciones como la que vivimos hoy en día, reaccionan replegándose sobre sí mismos, agravando en sus pensamientos la situación real y proyectando un futuro sombrío. Razones, desde luego, no les faltan. Por otra parte, existe un segundo grupo de personas que son conscientes de que se enfrentan a algo pasajero, que son capaces de ver en esa nueva situación un abanico de posibilidades, que saben adaptarse a las circunstancias y que actúan de manera flexible teniendo fe en el futuro. A nivel económico siguen unas pautas muy claras que son de uso universal, son atemporales y se pueden aplicar tanto para ciclos económicos recesivos como para ciclos expansivos:

Estructuran su patrimonio en tres grandes vasos comunicantes: consumo, ahorro e inversión. Los tres deben ir correlacionados y cada uno de ellos existe gracias a los otros dos.

Asumen riesgos de una manera medida en términos de minimizar el riesgo que supone el peor de los escenarios posible. Toman decisiones, pero no como lo haría un atolondrado irresponsable ni como un meticuloso obsesivo. Apuntan bien y disparan, aunque no siempre alcancen su objetivo.

Fijan objetivos alcanzables y medibles y establecen un plan para llevarlos a cabo. Porque, tal y como afirma Xavier Gabriel, «un objetivo sin plan es simplemente un deseo».

Reconocen sus limitaciones, y si después de hacer un estudio pormenorizado de una inversión son capaces de reconocerse a sí mismos que no tienen la capacidad de entender el negocio, descartan automáticamente el proyecto. Saber qué es de lo que no se sabe es importante.

Observan aquellos sectores más perjudicados, realizan una proyección a futuro en la cual eliminan la causa de la crisis y en sus cálculos obtienen un resultado de cómo sería ese activo una vez haya desaparecido el shock inicial.

Diversifican sus inversiones, nunca eligen un único bien, sino que prefieren tener varios a la vez, de esa manera incrementan las posibilidades de éxito y minimizan el riesgo. En un mundo cambiante y aleatorio es preferible no jugárselo todo a una misma carta.

Afrontan las inversiones con una mente preclara, libre de sesgos, desde un sosiego psicológico que impide que influyan variables exógenas o endógenas. Las emociones no tienen cabida, ya que son a las inversiones como el agua al aceite.

Interpretan el fracaso como un aprendizaje. Que levante la mano todo aquel que no ha tenido un fracaso, que no se ha equivocado en algún tipo de inversión o consumo. Pues bien, mientras que la mayoría de las personas caen en lamentaciones estériles, existen otras que solo piensan en identificar los errores y en no volver a cometerlos. Los desengaños duelen, pero avivan y enseñan.

El invierno económico a veces no nos deja ver más allá, al igual que lo hace una nube cuando viajamos en avión, pero nos deja atravesarla y finalmente pasa, y de nuevo empezamos a ver la luz… Entonces llegará la primavera que anuncia veranos plácidos, llenos de abundancia y fortuna.

Recuerden que la palabra «crisis» siempre fue sinónimo de oportunidad. ¡¡Abran los ojos y aprovechen el momento!!

Manuel Serna
Economista

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