El tren del Optimismo
Al hilo del último artículo del Presidente D. José Antonio Rupérez “Encorsetados por una pandemia”, los ánimos no están para “muchos bollos” y sin embargo…
Frente a la subida de incertidumbres y tristeza ¿el pesimismo intentaría de nuevo instalarse en las cabezas y corazones? El antídoto existe por lo tanto. Es gratuito y su fuerza de entusiasmo infinita: el optimismo.
Ser optimista es precisamente aprender a “optimizar” en positivo todas las dificultades y dudas. El optimismo es un modo de pensar poderoso, fácil de comprender y que cada cual puede entrenarse… sobre todo entrenar a otros.
Me viene a la memoria la historia de un amigo, fotógrafo artístico y periodista humanista que creó en tiempos de “paz sanitaria”, un proyecto infantil llamado “Bango” con la intención de unir a todos los niños del mundo y, sobre todo de escasos recursos y algunos sin nada de nada, niños acogidos en hospicios, de la calle, abandonados. “Bango” quiere decir: “Ellos”.
Como fotógrafo, también capta las expresiones espontáneas, miradas perdidas o caras sonrientes, cualquier gesto de los niños; además de buen dibujante, plasma con su lápiz en los cuadernos, los perfiles de sus modelos en blanco y negro.
La pregunta es: ¿Cómo unir a todos los niños del mundo y marchen al unísono?
La respuesta no se hizo esperar por mucho tiempo: el tren de la amistad, así surgió el proyecto.
Una de las facetas relevante de mi personalidad resulta ligada al optimismo, soy optimista por convicción. En alguna ocasión en un evento social, dejo caer que soy coach de optimismo, la expresión de las caras me asombra con ambigüedad, de admiración a la vez de total escepticismo. Soy coach de Modelado con Programación Neurolingüística y de Optimismo Concienzudo.
Para hacer funcionar el “Tren de la amistad”, los niños del mundo dibujarían partes del tren, unos las locomotoras y otros los vagones que luego harían rodar alrededor del planeta Tierra hasta unir los dos extremos, atravesando países y continentes. El Tren abrazaría al planeta, nuestro planeta llevando y compartiendo en su recorrido, amistad, amor, abrazos, alegría, caricias, conocimiento, cultura, compasión, cooperación, danzas, esperanza, juegos, sinceridad, humildad, lagrimas, paz, salud, sonrisas, risas, respeto, todo un buqué de energía alimentando nuestro universo.
Si buscamos en Google, les invito a hacer la experiencia, el número de páginas sobre el “optimismo” supera de lejos al número de las sobre el “pesimismo”, porque hace años que el “optimismo” constituye un objeto científico para las ciencias de la educación, en el management, en la psicología del comportamiento, en la psicología de la salud.
Hoy los mecanismos del optimismo son fundamentales a condición de evitar confundirlos con el rasgo de un carácter, que es mi caso, sino también es una actitud, una postura mental y como tal postura no es natural, sino aprendida con la práctica: la práctica del Yoga.
Tampoco se trata de un optimismo naif, de ir a contra corriente sin ton y ni son, sin sentido ni objetivo, sino de utilizar el optimismo responsable como palanca para construir juntos un mundo de bienestar donde cada ser humano se reconozca y tenga su lugar. Basta observar la tierra quemada y a pesar de esa hostilidad natural resurge una nueva vida totalmente distinta de la anterior. Incluso en los entornos más tóxicos, la vida, cueste lo que cueste encuentra siempre su camino, es lo que diría un optimista, para el crecimiento de la economía, para la salud o para las competencias profesionales.
¿Cómo funcionan esos mecanismos de optimismo?
La postura pesimista es desde luego la más inteligente y común; nuestros grandes intelectuales hombres, mujeres que pasan por los platos televisivos lo demuestran a diario y nos arrastran en ello.
El verdadero optimista u optimista concienzudo, afronta las incertidumbres y dificultades del mundo de una manera a la vez positiva y activa: “esto va mal, pero…”, hará todo lo que sea posible para el bienestar de la comunidad mientras el verdadero pesimista permanece individual, solitario, le gusta tener razón in solo: “algunas cosas van bien…pero”. Sólo que para una familia, un manager de equipos, una empresa, permanecer en el pesimismo crónico puede acarrear un grave peligro social.
Bajo ese prisma, el optimista se apoya básicamente en 3 aspectos fundamentales:
- Se agarra en prioridad a lo que marcha bien: “un vaso medio lleno” en vez de medio vacío.
- Anuncia la posibilidad de mejoramiento: mira siempre en las realidades ambiguas, dónde mejorarse a pesar de los riesgos. Salvo en este caso cuando se presentan las dos situaciones al mismo tiempo; el riesgo es vital para la familia, para la empresa, para mi patrimonio o para el país y la falta del control, entonces, mejor jugar al pesimismo de combate.
- Afirma su confianza en la voluntad y la acción. Esto no significa que siempre funcione, pero si no hay acción, nada pasa.
El pesimismo también forma parte de nuestra vida y no podemos ignorarlo, nos rodea en todas partes. ¿Cómo procede un gran pesimista?
- Mostrar en prioridad todo lo que va mal
- Anunciar de preferencia lo peor
- Dudar abiertamente del poder de la voluntad y de la acción.
El Homo Sapiens ha pasado todo su tiempo a inventar soluciones que por definición eran imperfectas, con tendencia a la obsolescencia, temporales que hoy llamamos civilización. Así pues, la elección de subir al tren del optimismo depende de la actitud presente y la fe por una mañana cargada de soluciones y oportunidades como el sueño de los niños del tren.
Milan Kundera escribía: “prefiero vivir como un optimista y equivocarme, que vivir como un pesimista por la única satisfacción de haber tenido razón”.
CEO Novamotions PNL