ENTREVISTA A JOSÉ IGNACIO AMELIVIA
José Ignacio Amelivia nace en Mondoñedo, pero vinculado familiarmente a Logroño que es donde comienza sus estudios. Posteriormente se traslada a Madrid, iniciando su formación artística en el estudio de Manuel Peña. Sus primeros estudios universitarios se orientan hacia la geología, licenciándose en esta especialidad en la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo su dedicación al dibujo y la pintura es cada vez mayor. En 1982 gana el Premio Artium de Dibujo. En 1983 inicia sus estudios en la facultad de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, licenciándose en la especialidad de Pintura. Profesor de Dibujo en el instituto de Bachillerato Luis Góngora en Madrid, su actividad profesional abarca también el campo de la ilustración a la que se dedicó inicialmente, apareciendo sus trabajos en diversas publicaciones. A partir de 1990 su actividad se orienta exclusivamente hacia la pintura y el dibujo, fundamentalmente al paisaje, participando en numerosas exposiciones tanto individuales como colectivas. Ha sido durante la mayor parte de su carrera docente profesor de dibujo del IES Escultor Daniel de Logroño. También es un asiduo a los concursos de pintura rápida, cosechando innumerables galardones.
– Nacho, ¿desde cuándo te viene esta afición por el arte?
Siempre me ha atraído el dibujo. En uno de mis primeros recuerdos, me veo dibujando sobre una pared que mi madre había reservado para nosotros a modo de pizarra. Dibujaba un caballo a base de un esquema de palotes. De pronto me dije que los caballos no eran así e intenté hacerlo tal como los recordaba. Tendría unos 5 años y nunca lo he olvidado.
– Primero estudias geología y luego te pasas a Bellas Artes, explícanoslo.
Soy muy disperso por mi carácter. Siempre he sentido curiosidad y atracción por muchas cosas. Aunque el dibujo era mi principal inquietud, mi familia argumentaba que primero debía estudiar una profesión más ‘respetable’, y dedicarme al dibujo en mi tiempo libre. En un principio estaba de acuerdo y la Geología, la Biología y las ciencias en general me apasionaban. Disfruté mucho estudiando Geología, una profesión íntimamente vinculada a la naturaleza, sin embargo, ya en los últimos cursos me di cuenta de que el arte necesita dedicación exclusiva. Es una forma de ver el mundo, así que decidí empezar Bellas Artes y centrarme en ello como forma de vida.
– ¿Cómo fue tu experiencia como profesor de dibujo y pintura?
Muy enriquecedora. He sido un profesor vocacional, partidario de la enseñanza pública y muy implicado en la vida de los centros por los que he pasado. Me encanta la relación con los alumnos que siempre me han aportado mucha vitalidad e ideas. El aspecto negativo es que la enseñanza del arte ha ido perdiendo importancia y peso en el currículo. Cuando empecé, los alumnos recibían formación plástica en todos los cursos, ya sea de forma obligatoria o como asignatura optativa. Actualmente solo estudian plástica en 1º de ESO, y Dibujo Técnico optativo en Bachillerato. Esto es frustrante para un convencido como yo de que el desarrollo de la creatividad y la sensibilidad es imprescindible para cualquier actividad, no solo profesional, sino en cualquier ámbito de la vida.
– Ahora, cuéntanos tus proyectos individuales: los pasados y los futuros.
Estoy en un momento de mi vida en el que mi prioridad es profundizar en mi obra pictórica, tanto en el aspecto técnico como en el contenido. Cuando empecé, abarcaba muchos campos y actividades: la ilustración, el diseño, la pintura, el dibujo, la enseñanza… tenía mucha vitalidad y energía, y quería progresar profesionalmente. Con el tiempo, mi actitud es más reflexiva. Intento disfrutar del arte y pintar lo que me atraiga, sin preocuparme del aspecto comercial de la profesión. Además que el momento económico y cultural que atravesamos es bastante desfavorable para actividades ‘poco productivas’ como el arte, que necesitan una observación reposada, reflexiva y crítica, que no tiene mucho en común con la inmediatez de los contenidos que inundan la red y los medios de comunicación.
– Has indagado en varios estilos pictóricos y todos con notable éxito, pero ¿con cuál te sientes más a gusto?
En cuanto al aspecto técnico, trabajo sobre todo la pintura acrílica, aunque también utilizo mucho el óleo y la acuarela. Soy un pintor decididamente figurativo. Me encanta el paisaje, ya que el contacto con la naturaleza es fundamental en mi vida, pero también me atraen otros temas como la pintura de interiores y la figura. En cuanto al estilo, creo que tengo un trazo bastante suelto y una pincelada más bien gestual. Aunque mis cuadros parecen realistas, analizados de cerca son bastante ‘impresionistas’. Soy muy colorista, y si tuviese que elegir un aspecto al que doy más importancia que al resto diría que es al tratamiento de la luz.
-Eres un ‘máquina’ de ganar concursos de pintura rápida, aparte de por pintar bien ¿a qué crees que se debe?
La pintura rápida conjuga varios aspectos con los que me siento particularmente cómodo e identificado. De entrada es pintura in situ, muchas veces en plena naturaleza. Se pinta casi exclusivamente paisaje y por las características de la mayoría de los certámenes, lo que los organizadores suelen buscar es la figuración. El oficio cuenta mucho, porque el cuadro exige mucha rapidez y recursos para resolver de forma inmediata, y al cabo de casi 16 años de presentarme a estos concursos ya tengo mucha experiencia. Además no puedo negar que tengo un punto competitivo y eso ayuda bastante. Sin embargo es una actividad que exige muchísimo esfuerzo físico. Hay que tener en cuenta que en la mayoría se pinta de 6 a 8 horas, haga sol o frío, con mucha intensidad y concentración, y siempre con la tensión de llegar con el cuadro acabado al momento de la entrega. Es una temporada larga, que empieza sobre el mes de abril y termina a finales de octubre y la verdad es que al cabo de los años ya estoy bastante cansado… veremos lo que duro.