Los toros y las letras (6) El ascenso de Paco Ureña (1) (Madrid, 2013)
En la república de las letras taurinas la prensa diaria siempre ha tenido un puesto primordial para contar lo que va sucediendo en los ruedos cada temporada, y facilitar, a partir de lo escrito, años después, la reconstrucción de ciertos pasajes de la historia de la tauromaquia. En este sentido nos gustaría traer a colación ciertas críticas taurinas publicadas en los últimos nueve años que dejan clara constancia de uno de los milagros que a veces se dan en el mundo de los toros, que un matador salte desde el anonimato y desde la lejanía de cualquier tipo de influencia hasta alcanzar un puesto de primer nivel en el escalafón de los toreros que aspiran a ser figuras del toreo. Nos referimos a los avatares sufridos y superados por el matador de toros murciano Paco Ureña, a quien admiramos.
Nacido en Lorca, en 1982, tomó la alternativa en su ciudad natal en 2006, ante toros de Gavira, con Javier Conde como padrino y Morante de la Puebla como testigo. A partir de ese momento tiene que luchar en solitario y sin apenas contratos, manteniéndose con su coraje y con fe, hasta que en 2013 le llega la oportunidad de confirmar la alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid. En ese momento podemos cifrar el comienzo de una nueva carrera para Ureña, también llena de escollos y sacrificios, pero, ya en este caso, con oportunidades y consiguiendo resultados que poco a poco le han ido sirviendo para situarle en los más alto, hecho que ocurre, como expondremos, más adelante, en 2019, con una estelar actuación en la plaza de Vista Alegre de Bilbao.
Antes de comenzar a relatar, con determinados textos de crónicas, las actuaciones clave en el ascenso de Paco Ureña, tenemos que mencionar que su toreo bebe de las fuentes clásicas contemporáneas. En su tauromaquia hay mucho de Rafael Ortega, de Antonio Chenel Antoñete y de César Rincón, por relacionarlo con tres toreros muy clásicos que practicaron los cánones más exigentes del toreo en los últimos tiempos (parar, citar, templar, mandar y cargar la suerte). A ello Paco Ureña le añade su visión particular, presidida por un seco carácter y una apuesta por la pasión —su modo de vivir la tauromaquia—. Más una exposición en público dirigida por el corazón, sin restas, ni componendas. El toreo de Paco Ureña tiene como núcleo la tradición, se impulsa a través del sentimiento y la emoción, y se culmina por medio de una técnica de alta exposición en la que podríamos distinguir —en sus pinceladas estéticas— tintes vanguardistas —en su interpretación—.
El primer escalón en la carrera de Ureña lo subió en esa confirmación de alternativa mencionada, en Madrid en 2013. Fue un 15 de agosto, dentro del ciclo de corridas de toros veraniegas, que tan significativas han sido siempre para toreros auténticos, que por eso mismo, no entraban en los planes masivos empresariales del toreo. Para ubicarnos en la significación de lo acontecido en dicha corrida (toros de Martín Lorca, para Iván García —padrino—, Javier Solís —testigo— y Paco Ureña) acudimos a lo escrito entonces por el crítico de ABC, Ángel González Abad:
«El confirmante Paco Ureña vino a clamar justicia. Muy firme con el primero. Asentado para arrancarle muletazos de excelente trazo a base de valor. Al principio de uno en uno, para acabar ligando series de mano baja y mucho mando. Vuelta al ruedo, que pudo ser perfectamente una oreja, el aval para pedir contratos. Salió a por todas ante el sexto. Dos pases de tanteo y puesta. Los pies clavados en la arena, arrogante en el cite y temple para llevarlo largo. Profundidad y verdad en el toreo al natural, y valor a raudales para aguantar parones y sacárselo por delante en los ajustadísimos pases de pecho. Faltaban aún unos naturales a pies juntos, pura torería…El pinchazo frenó el aroma de Puerta Grande que ya llegaba a los tendidos».
A partir de aquí, sinfín de actuaciones valiosas y valerosas, con Madrid en el centro (2015-2018) y Bilbao en el cénit (2019). Lo contaremos.