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DULCE LOGROÑO

Nostalgia, añoranza, pueden ser sinónimos de tristeza.

Personalmente yo creo que la añoranza es todo lo contrario a la pena. Sientes nostalgia de algo cuando has encontrado el punto en el que el recuerdo de ello más bien te produce paz, no desasosiego, y te deja ese poso que evocan los buenos recuerdos, y los sientes con esa tranquilidad que producen los sentimientos que están bien ordenados.

Es cierto que una persona necesita tiempo para alimentar recuerdos.

No es por ello fruto de la casualidad que, a medida que el tiempo pasa, el sitio que te vio nacer también crece contigo, pero no envejece, sino que se adapta, se renueva, para cada generación presente y venidera.

La diferencia es que las ciudades se modernizan, se embellecen, se desarrollan, no recuerdan a nada ni a nadie, simplemente existen por y para nosotros.

La identidad de una ciudad la hacen no solo sus calles y su patrimonio, sino también su hostelería y, ¡cómo no! ,sus dulces típicos

Lorena Falomir, hija del maestro pastelero Vicente y dueño de la pastelería El Buen Gusto de Castellón, decía que «las pastelerías son un barómetro que miden el nivel cultural de un pueblo”.

Iba más allá afirmando que, en ciudades donde se vestía bien, comenzando por París y siguiendo por otras como Santander, Logroño, San Sebastián…, las pastelerías eran centenarias y gozaban de excelentes obradores de tradición familiar.

Esto daría la razón al director de una conocida cadena hotelera que afirmó que a un buen hotel se le mide por su desayuno y en especial por los dulces que en él se ofrecen.

En esta ocasión vamos a hacer un recorrido por las pastelerías más emblemáticas de Logroño. Que ustedes disfruten de estas dulces líneas.

LA MARIPOSA DE ORO

Hay un lugar en la calle Portales de Logroño, famoso y muy apreciado por varias generaciones de logroñeses. Esta pastelería con nombre de bailarina famosa, no se atiene a los cánones habituales por varios aspectos:

No hay género expuesto, debe de ser una de las pocas pastelerías de España que así lo hacen.

Todo lo que se vende es por encargo y salvo que algo no se haya vendido, es misión casi imposible comprar algo.

La Mariposa de Oro

Su obrador explica que se debe a que no utiliza ningún conservante ni colorante y al no quedar sobrante de un día para otro, la delicia para el paladar está asegurada.

Solo se ofrecen dos tipos de pasteles: milhojas y canutillos.

Singular pastelería, pensarán. Ya lo saben, es el peaje que el cliente paga por llevarse un pedazo de cielo a la boca y si no te gusta …, a otra cosa, mariposa

La Mariposa de Oro. Hojaldres y canutillos

LA PALMERA

Don Matías Arnáez Alesón, comenzó su andadura en la pastelería Sierra, en la entonces transitada Calle Mayor de Logroño, pasando luego a especializarse en turrones y en los afamados mazapanes de Soto.

Además en las décadas de los 50 y 60 realizaba la repostería para los hermanos Ochoa, que gestionaban La Exquisita, otra de las pastelerías emblemáticas de la ciudad.

Allí por el año 1965, abrió en Avenida de Colón, su primera pastelería donde comenzó a innovar con otros tipos de pasteles y tartas, siempre basados en productos naturales.

Cuando llega la Navidad, La Palmera, es reconocida tanto por sus mazapanes de Soto como por la enorme variedad de sus turrones artesanos.

Mención especial quiero hacer en este escrito a María Teresa Gainza, esposa de Don Matías, a quien muchos riojanos recordamos cuando de niños nos obsequiaba con una palmerita al entrar en su establecimiento.

Actualmente sus nietos, Cristina y Carlos, con la habitual simpatía y sencillez que les caracteriza gestionan las pastelerías, bajo la atenta mirada de su madre, Teresa Arnáez.

Personalmente diré que la versión que hacen de la clásica “española» y de los “bizcochos de soletilla” es … insuperable.

GARPESA

Y aquí una pastelería especializada en el hojaldre. Un hojaldre de lámina fina, que tuvo sus orígenes en el medievo, en las zonas bajo la influencia árabe, aunque se encuentran también referencias de la repostería hojaldrada en Grecia y Roma.

Ya en El Buscón de Quevedo en el s. XVII, se hacía mención de estos dulces.

Garpesa sigue elaborando el hojaldre con receta clásica, la crema también es tradicional.

Garpesa

La utilización, explican ellos mismos, de un merengue italiano, más fino y con menos azúcar dan el toque final a este delicioso y delicado producto.

Garpesa además de contar con varios establecimientos en Logroño también ofrece servicio de panadería, así como sus famosos “preñaos” (pan con chorizo) que en época no pandémica se vendían de madrugada y hacían las delicias de los que amanecían por las calles tras una noche de juerga.

Famosas también sus trenzas de hojaldre con yema, pasas y nueces, otra de sus joyas, y con una buena presentación adecuada para regalar.

Garpesa. Trenza

TUPINAMBA

La sonoridad de su nombre, dice mucho, Tupinamba significa ”el más antiguo”, ciertamente no es la pastelería más vetusta de la ciudad pero es la única que se identifica como Golmajería, palabra típica con la que se denominan los dulces en la Rioja Baja.

La peculiaridad de Tupinamba es que aparte del buen hacer de las hermanas Pellejero: exquisitas tartas, en especial la de trufa, pastas de té, huesos de santo…es la decoración de una pastelería de antaño, luces tenues, mostrador de mármol donde poder tomar un café y gozar de la atención y conversación de Carmen, su dueña.

Tupinamba

Tupinamba es el sitio ideal donde detener la mañana y transportarte a un lugar a la altura de La Duquesita en Madrid o Arrese en Bilbao.

Si ha habido una pastelería que me endulzó la niñez pero me produjo amargura el día que supe que se cerraba, esa es: Iturbe.

Tupinamba. Baldosas de Logroño

ITURBE

Fundada en 1956 por Manolo Iturbe , su céntrica pastelería dijo adiós a principios de este año 2021.

“Ya toca”, decía Vega Iturbe, hija de Manolo y actual propietaria del negocio. No es un adiós absoluto porque siguen estando en la calle Poeta Prudencio, donde se encuentra el obrador.

Iturbe

Iturbe ha sido todo, bombonería, cafetería, bollería…, hablar de Iturbe a un logroñés después de cinco generaciones es hablarle de algo que siente como propio.

Para mí fue el lugar de encuentro con amigas, de confidencias, de cafés de trabajo, de la tarta de boda, del detalle de los bautizos, de las socorridas trufas para un compromiso de última hora, del marrón glacé de nochebuena o del pastel de arroz con el que apaciguar el llanto de mis hijas, allá de niñas.

Iturbe son las largas tardes de tertulia de mi tía y sus amigas, una de ellas Vega, y de una niña con vestido de piqué, a la altura del lugar, vestida de domingo.

Pastelería Iturbe. Bombones
Rosa Fernández Sáiz
Licenciada en Humanidades
Escritora y profesora de Creación y Crítica literaria

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