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LA VIDA COTIDIANA EN EL MADRID DEL SIGLO DE ORO

El pasado 22 de marzo tuve el honor de impartir la conferencia La vida cotidiana en el Madrid del Siglo de Oro en el Centro Riojano de Madrid, tras ser presentada por doña Gloria Martínez-Manso.

Con el aforo permitido al completo, abordamos como se vivía en el Madrid del siglo XVII, pero no aludiendo a la vida del la Corte, como viene siendo habitual, sino al pueblo llano.

En cualquier otra época de nuestra historia sería más complicado encontrar información al respecto, pero en este momento en el que, a pesar de declararse cuatro veces en quiebra la Hacienda Real, van a florecer todas las artes para conformar, precisamente, lo que conocemos como el Siglo de Oro, podemos hallar una valiosa y detallada información de como vivían, tanto la corte como el pueblo llano. La clave la encontraremos tanto en la pintura como en las numerosas comedias escritas por los más insignes de nuestros escritores en ese período.

Comenzamos hablando de la dificultad para viajar debido al mal estado de los caminos y la inseguridad de los mismos a causa del bandolerismo, lo que en muchas ocasiones obligaba a formar auténticas caravanas de carruajes con la finalidad de viajar más seguros lo que, a su vez, ralentizaba la velocidad de dichos carruajes.

El correo se institucionalizó en el siglo XVI, ostentando desde entonces el monopolio de su explotación la familia Taxis. La necesidad de disponer de caballos frescos hizo necesario que se dispusieran casas de postas para poder cambiarlos cada 20 o 30 kilómetros.

En el Siglo de Oro la relojería estaba muy poco desarrollada en nuestro país por lo que el pueblo establecía sus ritmos a través de la climatología y los ciclos agrarios y, de manera cotidiana, por las campanas de las iglesias.

El domingo era día de obligado descanso. El pueblo se despertaba al alba y se acostaba con el ocaso, entre otras razones, porque no tenía con qué alumbrarse. Las velas eran privilegio de las clases poderosas y el sebo, con el que se alumbraban los pobres, despedía un olor espantoso.

Más de la mitad de los días del año eran festivos y, naturalmente, todas estas fiestas eran de carácter religioso.

La más importante de todas ellas era el Corpus Christi, con su víspera y su octava. Una impresionante procesión formada por todas las fuerzas vivas de la Corte, incluido el rey que la cerraba, partía de Santa María la Real de la Almudena para recorrer las calles y regresar al lugar de partida donde se celebraba la batalla entre el Bien, representado por la custodia, y el Mal, con la tarasca.

Importante también era el Carnaval que remarcaba la libertad de comer carne antes de comenzar la Cuaresma el Miércoles de Ceniza, tras la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma.

Una vez comenzada la cuaresma, se aplicaba el ayuno con rigor y cesaban por completo algunas de las actividades que más dinero reportaban a la ciudad como el teatro y la prostitución.

Otra fiesta con gran raigambre en la época eran las corridas de toros que poco tenían que ver con las que ahora conocemos. Se trataban de lances a caballo que realizaban los nobles, generalmente en la Plaza Mayor.

Pero, si hay un espectáculo inseparable del Siglo de Oro, ése es el teatro. Había multitud de corrales de comedias en la capital, destacando el del Príncipe, donde hoy se halla el Teatro Español, y el de la Cruz.

La representación comenzaba a primera hora de la tarde y terminaba antes del anochecer para evitar la inseguridad de las calles madrileñas carentes de alumbrado.

El sexo tuvo un papel destacadísimo a pesar de las restricciones de la Iglesia. Un personaje habitual en las comedias de la época es el marido consentido.

El marido engañado podía ejercer la justicia por su cuenta sobre su mujer y su amante siempre que fueran cogidos in fraganti y contara con un testigo.

La prostitución estaba completamente reglamentada. La prostituta debía ser mayor de 12 años, abandonada por su familia y que, previamente, hubiese perdido la virginidad. El juez, antes de otorgar el pertinente permiso, debía intentar disuadirla.

Las mancebías estaban autorizadas y reglamentadas, llegando a haber en Madrid más de ochenta, en las zonas de Lavapiés y Antón Martín.

Quizá los valores más estimados eran el honor y la honra, constituyéndose también en el tema de muchas de las obras literarias del momento.

La mujer tenía básicamente tres funciones: ordenar el trabajo doméstico, perpetuar la especia y satisfacer las necesidades afectivas del esposo. Se esperaba que fuera obediente, casta, retraída, vergonzosa y modesta. Por supuesto, la virginidad era altamente valorada por lo que era habitual la figura de reparadora de virgos o celestina.

La mayoría de las viviendas eran en propiedad y algunas de ellas de alquiler cuyo contrato era tradición firmar el día de San Juan. En general, se trataba de viviendas unifamiliares de dos o tres plantas, aunque también había corralas.

La base de la alimentación era el pan, generalmente de trigo y, en ocasiones, de cebada. La carne era otro básico, aunque su consumo dependía del poder adquisitivo y, por supuesto, las piezas no eran las mismas para ricos y pobres, quedando para estos últimos las partes menos valoradas como la casquería.

El pescado se tomaba especialmente en Cuaresma, pero debido a los problemas de transporte, casi todo era en salazón.

Gozan de gran popularidad los refrescos gracias a los pozos de nieve, pero la bebida por excelencia será el chocolate que se tomaba muy espeso y acompañado de tortas y bizcochos.

Los esclavos ocupaban el más bajo lugar en la escala social. No provenían de América sino de África.

Otra clase de marginados eran los indigentes. En Madrid se cifran en 3300 en 1637. Los hay pobres de solemnidad, minusválidos, auténticos y falsos, pícaros, etc.

La educación estaba en manos del clero, especialmente los jesuitas. En Madrid, la Universidad de Alcalá de Henares solo servirá para surtir de altos funcionarios a la Corte, debido al poder que ostentaban los gremios.

Desde la invención de la imprenta, se editaban muchísimos más libros, pero no aumentó el número de lectores.

Un breve recorrido por nuestro Siglo de Oro, con sus luces y sus sombras, para acercarnos a la forma de vida del pueblo llano.

María José Canser Cano
Historiadora del arte y escritora
Madrid, 26 de Marzo de 2021

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